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César Armando Librado Legorreta, mejor conocido como “El Coqueto”, es uno de los asesinos seriales más escalofriantes de la historia reciente en México. Detrás del uniforme de un microbusero común, se ocultaba un depredador que utilizó su trabajo como fachada para agredir sexualmente y asesinar a varias mujeres entre 2010 y 2012. Hoy te contaremos cómo un joven criado en una familia religiosa terminó convertido en un feminicida que aún se expresa orgulloso de su legado con frases como: “Después de mí… un chingo de imitadores”.
La historia de "EL Coqueto" comenzó el 16 de junio de 1982 en el municipio de Texcoco, en el Estado de México, todo pintaba a que era y sería un buen ciudadano, criado por una familia religiosa que siempre veló por él, incluso después de sus asesinatos...
“Yo era una persona bien, no sé qué me llevó a hacerlo”, declaró alguna vez, con una mezcla de desconcierto y aparente nostalgia. Criado bajo normas estrictas y con padres presentes, César creció en un entorno donde la religión y los “buenos valores” eran prioridad. Pero todo eso pareció desvanecerse a los 20 años, cuando cometió su primer asesinato. ¿El motivo? Le robaron el estéreo de su auto. “Lo seguí y sin decirle algo… lo empecé a acuchillar”, contó, sin remordimiento aparente.
¿Por qué le decían El Coqueto?
Según sus propias palabras era apodado de esa manera porque todas las mujeres querían con él, solía llevar siempre a distintas mujeres a un mismo restaurante y en cada ocasión al llegar, las meseras le decían: "¿Otra?"...
¿Cuál era su modus operandi y cómo lo capturaron?
En su papel de conductor de microbús, “El Coqueto” encontró el escenario ideal para ejecutar sus crímenes. Aprovechaba los recorridos nocturnos, desviaba la ruta cuando una pasajera quedaba sola, y ahí comenzaba el horror. En total, se le atribuyen siete feminicidios y al menos ocho violaciones. A pesar de ello, César insiste: “No me considero machista, te lo aseguro”.
Sus declaraciones reflejan una mente desconectada de la empatía, pero consciente del impacto de sus actos. Incluso parece jactarse del legado siniestro que dejó. “Yo no robaba porque tenía miedo de llegar a la cárcel… ah, pero andaba matando gente”, dijo alguna vez, reconociendo su contradicción con una sonrisa torpe y un gesto de burla hacia sí mismo.
Dentro de su mente perversa, "El Coqueto" guardaba distintas pertenencias de las mujeres que asesinaba, desde ropa hasta teléfonos celulares que además de todo... regalaba a su mujer; sin embargo, hubo una cosa que sentencio su libertad. Decidió conservar un celular para utilizarlo únicamente como un pasatiempo, descarga juegos, sin embargo, mantuvo la tarjeta SIM en este y además siempre que marcaban el contestaba desvergonzado.
La Policía de Investigación ya sabía de esto, ya sabía quién era el asesino, solo necesitaban encontrarlo; por otra parte, había algo que El Coqueto desconocía, detrás de las llamadas que llegaban al celular estaban las autoridades, de esta forma lograron rastrear el dispositivo móvil, para así capturarlo.
¿Cómo logró escapar de las autoridades?
El 27 de febrero de 2012, mientras era interrogado en las oficinas de la Procuraduría en Tlalnepantla, César intentó escapar. Amarró unos cables para descender por la fachada del edificio, pero estos no soportaron su peso. La caída le destrozó la pierna y le provocó fracturas en la columna. Aun así, se arrastró por la avenida, donde un automovilista lo ayudó sin saber quién era. Lo acercó a la casa de su hermano y este lo llevo a casa de su tío, aquí estuvo un par de días "hospedado", sin poder hacer nada porque el dolor de las fracturas no le permitía moverse.
Su familia lo escondió unos días, pero el remordimiento llevó a su padre a denunciarlo. Desde entonces, César cumple una sentencia que supera los 200 años de prisión. A pesar de que su familia cortó todo contacto, él sigue hablando de ellos con afecto, como si pudiera seguir separando al hijo del asesino.
¿Cuánto vale la vida de un asesino?
Se desconoce el monto exacto del costo de la operación que llevaron acabo en El Coqueto, sin embargo, se dice que supera el millón de pesos.
